domingo, 14 de marzo de 2010

Killis Historia 1ª etapa

Dado que ahora mismo lo único killífilo que tengo son mis recuerdos, voy a ir contandoos batallitas de killis. Un ejercicio un poco ególatra, pero es la ventaja de los blogs, que al que le aburra, con borrarlo de favoritos, problema resuelto.

Mi primer acuario llegó a casa con 7 años, allá por 1969. Pecera de 20 litros comprada en el clásico "Acuario Madrid". Yo no lo pedí, supongo que alguien de casa pidió un perro, pero mi padre no lo pasó bien de joven cuando murió su perro favorito y no debió querer que sus hijos pasaran por el mismo trauma. (Ahora que he perdido a mi mejor gato, sé lo que eso significa).
Así que se trajo un acuario de 20 litros con una pareja de guppys y otra de platys.

Esos peces fueron cocidos con rigor infernal por un calentador sin termostato que llevó la temperatura del agua a unos 40ºC. Recuerdo que nada más meter los peces les dieron de comer y mis hermanos no me dejaron ni acercarme a mirar.

2 años estuvo el acuario vacío, con la arena seca en el fondo alojando algunas figurillas del Belén.

Veía todos los días el acuario con pasividad, hasta que un día, no sé porqué, le pregunté a mi padre si podría volverlo a poner en marcha. Ahora que de mayor me repatea tener cosas inútiles a mi alrededor (alrededor he dicho, que conmigo no cuento :-D ) supongo que esa inactividad fue lo que me hizo ponerme en acción.

"Todo tuyo" dijo mi padre. "Pero compra antes un libro para que no se te vuelvan a morir". Pense ¿Que no se ME vuelvan a morir? ¡Pero si casi no pude ni mirarlos!

Total que viendo una película en un cine en el intermedio echaron un anuncio del acuario Tropipez, ya cerrado, y situado en la calle Reina Victoria 15. Como estaba cerca de mi casa, fui allí donde compré el libro "El acuario" de la Editorial Daimon. Lo leí y comprobé que el calentador no tenía termostato regulador de temperatura, por lo que en Tropipez me hice con el adminículo, monté el acuario, lo maduré un tiempo y compré unos peces, ya ni me acuerdo cuáles fueron, pero monté una ensaladera curiosilla.
Cuando cumplí los 13 pedí de reyes un acuario de 60 litros. Ya debía de saber algo sobre una de las grandes decepciones de la vida, pues durante casi un mes me iba a ver dónde estaba escondido el acuario esperando la ansiada noche.
Ese acuario se convirtió en el acuario principal y el de 20 litros pasó a ser "el de cría", en el que fueron criados guppys, platys, xiphos, y más adelante, escalares, bettas (nunca olvidaré lo que sentí cuando lo logré, fue uno de los momentos grandes de mi infancia).
El libro era leído y releído constantemente, no tenía otra cosa, así que casi lo podía hasta cantar. Y poco a poco me iba picando la curiosidad de unos tales Ciprinodóntidos de los cuales estaban las apasionantes generalidades con sus huevos que resistían la sequía, y unas especie de Rivulus un poco fea en que acababa "lo que había". Tardé en darme cuenta que faltaba un cuadernillo donde estaba "la chicha" de esta familia.
Tras bastante tiempo me decidí a protestar sobre el asunto. Debió sorprender a mis padres, pues mi madre se ofreció a ir hasta la editorial o las oficinas a ver si se podía conseguir "lo que faltaba".
Allí nos presentamos, con bastante vergüenza por mi parte ofreciendo pagar lo necesario pues el libro estaba bastante baqueteado. La cuestión se resolvió elegantemente con un cambio de libro por otro nuevo y completo. Siempre he promocionado este libro desde entonces aunque esté desfasado.
La historia con un gran detalle y fecha exacta está recogida en un cuaderno por mi madre, creo que les impresioné con este asunto.

Total, que llegando a casa ya estaba devorando en el Metro dicho contenido. Y lo que leí, por deseado y misterioso durante tantos años me llamó aún más la atención. ¡Había picado el azuelo, pero no había pescador al otro lado de la caña! Estaba sólo, aislado, sin ciprinodóntidos e internet era ni siquiera ciencia ficción.
Ya estaba acudiendo con mi amigo Francisco Javier Lopez Vicente (q.e.p.d.) a Exoticuarium, y me animé a preguntar a Carlos Lindner hijo por "huevos de Killis", cosa a lo que me contestó que no. Pero en la tienda tenía una foto de unos cabo lopez chocolate y naranja que me enseñó y que fue el primer killi que vi en color. Por supuesto se constituyeron en mi sueño acuático.
Carlos Lindner me dijo que alguna vez los habían traído y que llamara por teléfono para saber si los habían conseguido encontrar.
Creo que estuve llamando todas las semanas durante 2 años preguntando por Aphyosemiones.
Así hasta que un día dijo que sí, "al fín han llegado" contestó, lo cual me hace pensar que debí ser más que muy brasa.
Y todo para comprar una simple pareja de Aphyosemion gardneri -creo que nigerianus-
Pero la cuestión es que sin apenas conocimiento y sin forma de conseguir turba fibrosa, conseguí 2 alevines en el acuario de 20 litros poniendo como sustrato de puesta simple arena fina clara. Esos peces fueron pareja y se los regalé a Vicente. Esto ahora, con el tiempo, me llama la atención, pues siempre he pensado que con los killis nunca he sido lo que se dice egoista.
Un día mi macho, maravilloso, enorme la palmó y confiado en mi amigo llamé para ir a su casa a que me prestara su macho para volverlo a reproducir y recontruir las parejas de ambos.
Cuando llegué a su casa nos llevamos la sorpresa de que su macho también había muerto para disgusto de todos, especialmente de Mercedes la madre de Vicente que se había encariñado mucho con esa especie en que la hembra era tan desafortunada en colores.

Así empezó otra etapa de espera que concluye con el inicio de la primera etapa "gloriosa" con los Killis, el descubrimiento de Trópico acuario y Miguel Garchitorena con una frase que resuena en mi cabeza... "¿quieres bajar?"... Pero eso es otro capítulo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario